lunes, 17 de agosto de 2015

Recuerdos de la adolescencia.

Vivíamos en la misma cuadra y entrábamos al mismo colegio. Sin embargo, nunca cruzábamos caminos ya que ella, por alguna razón, tomaba uno diferente al mío. Eso me permitía verla por unos segundos más, ya que siempre llegaba unos minutos antes que ella. 

Su cabello negro, sus jeans rasgados y su mirada perdida. Ella, era del tipo de personas que irradiaba un aire a misterio, sencilla y pulcra, sin esforzarse demasiado
.
En los recreos pasaba a verla, con la excusa de que tenía amigos en su curso, eso me daba 15 minutos para observarla mejor y entender que era lo que me gustaba de aquella joven, y aunque tratase no podía. Era un misterio hermoso para mi. Dicen, que si amas a alguien nunca encontrarás la respuesta al porque la quieres tanto, solo pasa.

Se ponía los auriculares y no le hacía caso a nadie, siempre con su mirada caracterizadora y su cabeza apoyada en su mano con sus labios fruncidos como si estuviese cansada. Ella tan encerrada en su mundo y yo, bueno, mirando a mi mundo.


Era extraño como me hacía sentir cuando sonreía, eran como mil dagas atravesando mi corazón y un remolino en mi estómago difícil de parar. Jamás había experimentado algo como eso con alguna de las chicas con las que he estado. Ella me hacía sentir diferente.


Sin embargo, nunca tuve la oportunidad de hablarle. De escuchar lo que ella escuchaba sin importa si le gustaba el heavy metal o las baladas.


Hasta el día de hoy me pregunto que hubiera pasado si la hubiera saludado, si le hubiera preguntado como estaba, pero fui un cobarde. Ella se mudó y jamás volví a verla. El sentimiento aún sigue intacto en mi corazón, como si hubiera guardado sus recuerdos en un baúl bajo llave y enterrarlo en mi cabeza. Su imagen seguirá viva durante años, hasta que la vuelva a ver.

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